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sábado, 18 de junio de 2011

NADIE LES PIDIÓ QUE VINIERAN

Se marchó cantando una canción
(Nino Bravo)

Las sirenas de la noche ululan con la sangrante mirada de lechuzas torvas.
Madrid (el escenario da igual)
La ciudad cierra las puertas a cuentos de hadas y princesas enamoradas.
Duermen todos, plácido sueño.
Madrigueras de gotelex y paisajes baratos, con los interruptores resecos.
En la calle, esquinas hambrientas.
Mujer presa de sueño agoniza entre las dentaduras metálicas del metro.
Inmunda compañía. Un negro
se confunde en un cielo desnudo de estrellas, tan blancas y puras ellas.
Vieja gata borracha en el callejón.
Una pareja de harapos copula en silencio para no despertar a sus miedos.
Madrid (el escenario da igual)
Tú y yo discutimos de aquellos que llegaron con una canción y una postal
de miel y almíbar.
No se les pregunta por su viaje infernal, si no hasta cuándo estarán aquí.
Nadie les pidió que vinieran.
Cada persona tiene su tierra, cada alma, su raíz; cada paladar, su fruto.
Ellos trajeron una canción rota.
Molicie en rostros esculpidos por la cómoda rutina del nuevo proletariado.
Escupitajos en las aceras.
Un duro para cada uno de ellos, los ingenuos se quedaron sin canción.
Míralos, con sus ojos tristes,
pero no te dejes engañar, si lo haces, te dará hasta pereza echarlos.
Madrid (el escenario da igual)
Libres eligieron el camino equivocado, dijimos entre calientes migas de pan.
Risas en la tertulia de bar.
Alguien contó un chiste de negros, otro, de gitanos; un tercero, de chinos,
y también hubo para los maricas.
Nos fuimos en camada, con las migas para los gorriones de nuestra ciudad,
lejos de cualquier canción.
Nos fuimos, con la vil sonrisa del necio, lejos, muy lejos de cualquier cosa.

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