Es la canción olvidada en
una época donde
las letras no encuentran a
las palabras,
es el grito dolorido de los
hombres que a la lucha
van sin armas, banderas ni
arengas de sangre y plata,
es el beso cálido de la
madre al niño que en su seno
duerme con las estrellas
muertas en la mirada,
es el estertor del anciano
que a la noche ha esperado
para acompañarla al sepelio
de su alma pisoteada...
no nos queda otra cosa que
cantar
Pataxó ha-ha-hae, Pataxó
ha-ha-hae.
Destripan las raíces a la
madre selva ultrajada,
un bisturí psicópata mutila
labios de caramelo,
nodrizas destilan de sus
pechos leche cuajada,
el silencio de la bestia
sólo es perturbado
por el cántico que la
libertad fugitiva
compone en su huida por la
tierra maltratada
Pataxó ha-ha-hae, Pataxó
ha-ha-hae.
Desheredados cantan en el
otero de la derrotada revolución,
el fuego que devora las
entrañas de la Tierra
quema sus pies descalzos,
no hay salvación, un
ejército de ratas extermina el jardín del mañana,
el ocaso hunde sus garras en
el fértil semillero de la aurora;
aunque de las cenizas late
la rabia de un corazón que no se rinde
Pataxó ha-ha-hae, Pataxó
ha-ha-hae.
Lágrimas rojas ensucian los
trajes de los domingos,
el cielo abre las compuertas
del basurero terrenal,
estalla una tormenta de
almas en las calles desiertas,
el dolor de los niños con
pechos de hambre
derriba puertas de blancas
casas para sentarse a la cena;
estos guerreros que de
tantas batallas perdidas
a las corazas decoran con
llagas,
no tienen armas, banderas ni
arengas de sangre y plata,
sólo esta canción, la
canción que de una nueva era nos habla
Pataxó ha-ha-hae, Pataxó
ha-ha-hae.
A
los pataxó ha-ha-hae de la aldea Bahetá por su heroica lucha
en
defensa de su tierra contra los caciques brasileños del Amazonas
(La escribí hace 14 años pero sigue siendo tan actual como ese día).