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miércoles, 12 de octubre de 2011

HOY HE SONREÍDO A UNA MUCHACHA

 


Amanecemos piedras (Octavio Paz)

Hoy he sonreído a una muchacha
entre vidriosas almohadas de un hostal.

Propina que ella rehusó con un mohín de enojo
en ese rostro de lolita ajada por el uso diario.

¡Págame con dinero y déjate de sonrisas vanas,
págame, que he de encontrar otra alma
necesitada de alquilar un fruto lozano
para paladear jugos derrotados!

Putilla que se va altanera, llena de juventud,
tan engañada como sus gemidos de placer.

Abandona a este viejo sediento de vida
con sus cortas carnes descarnadas
y el esqueleto que se le escapa
por el desagüe del espejo que refleja,
en la habitación desolada, los tesoros
de una mañana mugrienta, como tantas otras.

Hoy he sonreído a una muchacha,
con la palma de mi mano he acariciado
su mejilla rebosante de existencia.

Sobrina carnal abandona el comedor
de la casa familiar, sin espejo, sin desagüe,
queda el rastro de su verdor en cada
rincón de la sala que huele a pastas y café.

Ella responde a mi propina con un mohín cómplice,
ya tiene para tabaco, copa y suelto en el monedero.

¿Dónde estarás lolita altanera, con tus senos
de albaricoques, duros y amargos a la vez?

¿Se acordará de mí, del pecho torvo que empujaba
con fiereza el aliento enfermo de un pene
desorientado entre tantos pétalos arrendados?

Hoy he sonreído a una muchacha
mientras sorteaba adoquines magullados
por suelas hechas de alas de mariposa y asfalto.

Sus ojos verdosos se cruzaron con
la mirada gris que sustenta mi día anterior.

Fugaz encuentro en una esquina distante.

Ella, con  pantalón ajustado y el escote incipiente
abierto por el pudor puritano del verano.

Siguió el camino elegido sin el titubeo de los viejos,
dejó atrás a los náufragos de un barco desvencijado
con sus hombros frágiles y ese culo que desconoce
la gravedad que ahoga, con tenacidad sísifa, a los adultos.

¿Dónde estarás lolita altiva con tu boca de muñeca,
refugio de marineros sin puerto ni bandera?

Te tuve por unos minutos, abrí tus puertas
con la llave de mi espuria billetera,
hurgué todas tus cerraduras con dedos
entumecidos por vaselina de marca barata.

Cabalgué sobre tu montura de porcelana
desnudo de normas y prendas morales,
azoté tu sexo con la brutalidad de mi dinero,
grité y te hice gritar por pura lascivia desatada,
eras mía entre tantos abrazos malnacidos,
quedé exhausto tras dejar mi rastro
en los surcos de tu rostro maquillado.

Pero no conseguí arrancarte una sonrisa
en esos breves segundos de confuso abandono,
entre sábanas ajenas y sudores enfermizos,
antes de marcharte por el desagüe
de un espejo cegado por la luz mugrienta
de otra mañana sedienta de vida.

Hoy he sonreído a una muchacha...
            Nunca me fue tan inalcanzable un sueño tan barato.


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