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sábado, 12 de noviembre de 2011

LÁGRIMAS AL PESO

Lágrimas al peso. Lágrimas tenues.
Pupilas desechas por la vida.
El silencio es su peor grito.
Pulmones de caracol hirviendo
de sed, de hambre, de miedo.

Mi almohada siempe duerme de lado
y yo me escapo por la ventana
de mi conciencia maltrecha.
Esa foto no me ha conmovido
como ya no me conmueve nada.

Caigo cada noche en sus fosas
caigo de pie para no manchar
a mi esforzada sombra
que culpa tengo de esas lápidas
de piedra, barro y vergüenza.

Hoy he besado a mis hijos,
acariciado, abrazado cada minuto
de los otros no queda nada recordado
una portada, una imagen, un comentario.
Mis entrañas soportan su estertor
tan lejano, tan inútil, tan africano.

Dicen los poetas siempre malnacidos
que hay un río de versos quebrados
que desemboca en los márgenes
de un espurio poema inacabado
donde cada palabra se ahoga
eterna en su sísifo periplo
hacia las marismas del olvido.

Quizás nunca seré un buen marinero
ni habrá mariposas en el asfalto
pero cada noche apagó las voces
mortuorias de almas que han nacido
solo para poner rostro a la hambruna.

Y apago el interruptor de su agonía
tan fácil, tan terriblemente fácil
que los lamentos de sus madres
para dormir son la sintonía.

Soy un monstruo, pienso.
Son mis vecinos también.
O soy un hombre de bien.
O son mis vecinos, también.

Dame una moneda que se la daré
Dame pan y cebolla que se los daré
Dame leche y miel que se los daré
Dame ropa que se la entregaré
Dame limosna que se la enviaré.

Pero no me des su cuerpo,
sus ojos atormentados
ni su piel ajada,
no me des el pecado de
nuestra usura.

No pesa, pero estorba
No habla, pero ensordece
No respira, pero aturde
No mira, pero ciega
No toca, pero duele.

Lágrimas al peso. Lágrimas tenues.
Pupilas desechas por la vida.
El silencio es su peor grito.
Pulmones de caracol hirviendo
de sed, de hambre, de miedo.

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