La palabra sangra
y deja escapar un estertor de letras.
Es sangre de poeta
su vena quebrada por la impaciencia.
Queda el muro del olvido
la estrofa repudiada por su indecencia.
El escorzo de una mano
como rimas mudas en un meandro.
El duende se marcha
devorando sonetos moribundos.
Ni la nada es cierta
ni hay silencio en el desierto.
La humanidad es tiniebla
cuando el cielo desnuda su reverso.
No hay fonemas viriles
que cambien el mundo verso a verso.
Porque sin poesía se puede vivir
como viven las mariposas en el asfalto.
Con las alas de alquitrán
condenadas a no levantar nunca el vuelo.
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