He
plegado las horas de mañana
en
el hatillo de mis esperanzas.
He
recogido a las doce y un minuto
las
velas henchidas de rabia y
de
desencanto.
He
arribado cansado y desnortado
en
el puerto mugriento,
con
las suelas de mis labios
desgastadas
de tanto llanto.
He
llegado arrodillado a la
sombra
de la taberna y el canto
para
beber en un orinal viejo
el
sudor de mis antepasados.
He
dicho basta solo en mi cuarto
mientras
en la calle las esquinas
doloridas
de tan poco tacto
escupen
silencio y pánico.
Pues
no, estos no son mis versos,
aunque
quieran los buitres hambrientos,
siempre
hambrientos, en las alturas
de
cadáveres ciudadanos.
Yo
no pliego, ni recojo, ni arribo,
ni
de rodillas hinco mi pasado,
ni
solo me entierro entre cuatro
paredes
de miedo hipotecado.
Aquí
estoy, ni el primero, ni el último,
ni
en el del medio, ni liderando,
aquí
estoy, blandiendo mi legado,
entre
la multitud convocada
que
camina como un océano.
Aquí,
estoy, compañeros, con la
pluma
obrera desnuda de espanto,
aquí
estoy, a tu lado, a la vera
de
nuestros firmes pasos.
Hoy,
hoy es el día en que
hay
suave brisa en el cielo
y
mariposas en el asfalto.
Hoy
toca, ya toca, compañeros,
Tocar
con toda el alma a rebato.
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