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miércoles, 25 de enero de 2012

EL BEBE QUE NO PUDO GRITAR LIBERTAD

La madre hunde su manto de tristeza
en el cuerpo entumecido del bebé,
no pudo gritar, expulsar la rabia de una nueva vida;
cerraron la puerta de golpe y reventaron su cerebro.

En el 92.9 de la FM
el gemido de la madre se ahorca en las ondas,
balanceo de un ronco delirio entre el griterío
de voces enceladas en sus pequeñas miserias.

Perdona hijo, perdona la daga
que ha perforado tus ansias de luz,
eres la víctima de un asesinato diario,
rutina humana para crear el Mal, besar su culo,
desde el bufón hasta el sabio.

En el 92.9 de la FM
escuché, un instante, tiernos gritos de auxilio,
latigazos que restallaron en almas blandas,
amorfas, embrutecidas. Después, nada.

La madre llora, pero ¿no lloran todas las madres?
No vale la pena, muérete y déjanos en paz,
tu legado será tan miserable como el libro
escrito por el anciano que agoniza a varios metros de mí.

Nadie hurgará en la tierra para recordarte,
ni la Gaza acorralada por muros de lamentos,
ni el tránsito por un Toledo mustio,
apocado, balbuceante, asustado,
como la fuente misma de la existencia.

No más lágrimas, los deudos escapan,
la balas recorren sus cotidianas sendas,
balas de plomo, pólvora, metralla,
balas de silencios, engaños, palabras,
balas asesinas, invitadas perpetuas
a la boda de la vida.

En el 92.9 de la FM
un anuncio da sepultura al bebé,
risita cortada por la navaja siniestra
que maneja esa humanidad bribona,
hipócrita, embustera, salvaje hasta lo racional.

Su cuerpo se pudre en Tierra Santa,
santa fue la madre que lo nutrió de amor,
santo fue el que evitó su insípido dolor.
Hoy comeré pescado, jugoso, tierno,
bocado de un recién nacido que nunca conocí.
Cerraron la puerta de golpe y reventaron su cerebro.

En el 92.9 de la FM
alguien pide paz en un rincón del mundo,
en la esquina de mi calle, en el tumulto de un bar,
en la mesa de la oficina;
pide paz y la mar se sonroja,
tanta inocencia, tanta estupidez, tanta mentira.

¿Qué dirá el niño al que su madre
entierra en el dial del olvido?

Nada, sólo vacío, un vacío ensordecedor,
un vacío que ahuyenta palomas vírgenes,
desplumadas por malolientes diarreas,
mierda bondadosa, excrementos piadosos,
que cubren caminos, casas, coches,
ciudades, países, la enferma Tierra.

El sollozo de un niño olvidé en el viaje
a las cloacas del infinito Cosmos.
Apagué la radio.
Cerraron la puerta de golpe y reventaron su cerebro.

1 comentario:

  1. Las tragedías que van sucediendo día a día, las que asimilamos en nuestra mente dehumanizada, acostumbrada al terror en nuestra casa. Un saludo Yulius.

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